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Mi vida está llena de episodios surreales, algunos más que otros pero no me puedo quejar de sufrir una vida aburrida y cotidiana.
El más reciente se dio el domingo en la noche en las afueras de la ciudad de Toluca. Me encontraba con mis compañeros de la maestría: alfa y beta (p'a guardar su anonimato). Traíamos unas chelas encima y unos cuantos tragos de Tequila cuando nos encontramos con la Dra. X (profesora nuestra), que iba acompañada del muy sangrón Dr. Y -si yo tengo cara de pocos amigos, él me dice quítate que ahí te voy-, su novio.
Antes de llegar a la mencionada cena, recorrimos media ciudad de Toluca en busca de ciertos abastecimientos para el proyecto de la Dra. X y terminamos cenando en el restaurante de un hotel del Paseo Tollocan -¡Paseo Tollocan, no de paso!.
En la cena estábamos los entes ya mencionados, más el padre de la Dra. X. Una mesa circular grande que daba pie a que nos viéramos las caras unos a otros.
El punto interesante es que tanto α, β y yo ya habíamos tenido fricciones con el Dr. Y en una clase que nos dio como favor a la Dra. X... La primera vez, en su laboratorio, nos dio una regañada de una hora porque no habíamos leído ciertas hojas que describían el experimento que íbamos a realizar, esa vez yo no le dí mucha importancia, ya había realizado el experimento con anticipación y no es de gran dificultad. Terminamos realizando mal el experimento porque las compañeras encargadas de tomar datos se perdieron en el calor del momento, ergo, tuvimos que repetirlo.
La segunda vez que realizamos el experimento -una semana después-, nos metió una segunda regañada de media hora (para variar), porque a pesar de que habíamos leído los procedimientos no supimos responder una pregunta que ni al caso venía ¡porque no estaba en dichos procedimientos! Terminó diciéndonos que no merecíamos estar en posgrado, que le costábamos un dinero que estaba siendo mal invertido al gobierno bla bla bla shákiri smákiri...
Pues en la mentada cena el Dr. X nos recordaba, pero como estaba su novia y nos estábamos viendo fuera de un ambiente profesional, pues no se puso tan loco, pero si nos volvió a regañar bajita la mano...
Imagínense la charla de sobremesa:
Y siguió y siguió por cerca de dos horas... lo irreal del asunto es que α cuando toma, no mide sus argumentos y mientras las primeras veces en su laboratorio se quedó calladito, ahora le estaba dando batalla. No recuerdo que tanto decía α, fue tan traumático que lo borré de mi memoria, sólo recuerdo que la Dra. X y yo nos veíamos con cara de:
Terminada la cena cada quien se fue por su lado... fue la cena más tensa de mi vida... hasta la peda se me bajó...si hubiera estado amamantando, hasta la leche se me hubiera cortado.
El Dr. Y pasa seguido frente a mi cubículo... me ve, lo veo... nos ignoramos.
Al preguntarle al otro día a α si recordaba que se le había puesto impertinente al Dr. Y dijo recordar la cena, pero no la plática...
Chale, a veces mi vida es muy rara.
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Mi vida está llena de episodios surreales, algunos más que otros pero no me puedo quejar de sufrir una vida aburrida y cotidiana.
El más reciente se dio el domingo en la noche en las afueras de la ciudad de Toluca. Me encontraba con mis compañeros de la maestría: alfa y beta (p'a guardar su anonimato). Traíamos unas chelas encima y unos cuantos tragos de Tequila cuando nos encontramos con la Dra. X (profesora nuestra), que iba acompañada del muy sangrón Dr. Y -si yo tengo cara de pocos amigos, él me dice quítate que ahí te voy-, su novio.
Antes de llegar a la mencionada cena, recorrimos media ciudad de Toluca en busca de ciertos abastecimientos para el proyecto de la Dra. X y terminamos cenando en el restaurante de un hotel del Paseo Tollocan -¡Paseo Tollocan, no de paso!.
En la cena estábamos los entes ya mencionados, más el padre de la Dra. X. Una mesa circular grande que daba pie a que nos viéramos las caras unos a otros.
El punto interesante es que tanto α, β y yo ya habíamos tenido fricciones con el Dr. Y en una clase que nos dio como favor a la Dra. X... La primera vez, en su laboratorio, nos dio una regañada de una hora porque no habíamos leído ciertas hojas que describían el experimento que íbamos a realizar, esa vez yo no le dí mucha importancia, ya había realizado el experimento con anticipación y no es de gran dificultad. Terminamos realizando mal el experimento porque las compañeras encargadas de tomar datos se perdieron en el calor del momento, ergo, tuvimos que repetirlo.
La segunda vez que realizamos el experimento -una semana después-, nos metió una segunda regañada de media hora (para variar), porque a pesar de que habíamos leído los procedimientos no supimos responder una pregunta que ni al caso venía ¡porque no estaba en dichos procedimientos! Terminó diciéndonos que no merecíamos estar en posgrado, que le costábamos un dinero que estaba siendo mal invertido al gobierno bla bla bla shákiri smákiri...
Pues en la mentada cena el Dr. X nos recordaba, pero como estaba su novia y nos estábamos viendo fuera de un ambiente profesional, pues no se puso tan loco, pero si nos volvió a regañar bajita la mano...
Imagínense la charla de sobremesa:
-El gobierno gasta una cantidad de dinero increíble en proyectos que no valen la pena (i.e. nosotros).
-Como les dije aquella vez, se invierte dinero y se espera resultados, resultados que no siempre se ven (i. e. otra vez estaba jodiendo).
Y siguió y siguió por cerca de dos horas... lo irreal del asunto es que α cuando toma, no mide sus argumentos y mientras las primeras veces en su laboratorio se quedó calladito, ahora le estaba dando batalla. No recuerdo que tanto decía α, fue tan traumático que lo borré de mi memoria, sólo recuerdo que la Dra. X y yo nos veíamos con cara de:
-¿Qué demonios está pasando?
Terminada la cena cada quien se fue por su lado... fue la cena más tensa de mi vida... hasta la peda se me bajó...
El Dr. Y pasa seguido frente a mi cubículo... me ve, lo veo... nos ignoramos.
Al preguntarle al otro día a α si recordaba que se le había puesto impertinente al Dr. Y dijo recordar la cena, pero no la plática...
Chale, a veces mi vida es muy rara.
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