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Siguiendo la tradición de visitar universidades -como se ve aquí y aquí-, la semana pasada fui a la FES Iztacala.
A comparación de cuando fui al otro campus de la UNAM (campo 4), esta vez fui en plan estrictamente social (¿un congreso es plan labora?).
Pero ¿cómo llegué a la FES?
Dentro del grupo de trabajo de mi asesor me veo obligado -huy si- a convivir con los estudiantes de otra maestría. Uno de "esos estudiantes", a parte de cursar la maestría, estudia la licenciatura en psicología: vaya ñoñazo -de hecho el comentario hiriente fue provocado por pura envidia, y de la buena-. Aunando al hecho de convivir con el ñoñazo, el viernes pasado fue el último día de "El 5º Congreso Internacional de Ingeniería Electromecánica y de Sistemas", congreso al cual si me vi obligado a acudir -y esta vez lo digo sin ironía-. El congreso en si merece un post, pero no estoy de humor para escribirlo.
Por motivo de la clausura de dicho congreso hubo un brindis de honor, imaginad la escena: eramos diez futuros maestros, un futuro doctor, un futuro ingeniero y su novia (una futura psicóloga, la cual no tiene nada que ver con los acontecimientos relatados a continuación), brindando con vino barato. Claro está que esas cifras son sin contar a los demás asistentes al congreso y curiosos de la Unidad Politécnica para el Desarrollo y la Competitividad Empresarial (lugar donde tuvo lugar el congreso), digo -muletilla odiosa-, si sabes de vino y canapés gratis en tu edificio ¿no irías?, yo iría hasta otra universidad por ello (y ya lo he hecho).
Al final del vino de honor nos quedamos, pues como negarlo, entonadones (mexicanismo que designa los primeros síntomas de la embriaguez). Así que Yased, el Sirenito, el ñoñazo y yo, nos desplazamos al mencionado campus de la UNAM con la promesa de alcohol, y el beneficio de ser introducidos de tajo en un grupo social con una mayoría femenina avasalladora.
Todo aquel que haya hecho un poco de análisis social, se haya mudado a otro país o en el caso de México, se haya mudado a un estado con una sociedad cerrada hacia los extraños (lease Guadalajara o Guanajuato), sabrá que introducirse a un grupo social es bastante difícil. Por lo tanto, oportunidades como esta no se presentan muy seguido (ese es tema de un post para la pseudosociología barata que tampoco tengo ganas de escribir).
Mi primera impresión de la FES Iztacala es casi las misma que hacia cualquier otro campus de la UNAM al cual he tenido el privilegio de asistir: rejas amarillas despintadas. No sé si se deba al amor institucional, pero yo siempre he visto las rejas de Zacatenco (donde se encuentra la dirección general del IPN) bien pintadas en su monótono y exasperante guinda.
Mi segunda impresión fueron los Beatles: había un grupo de aficionados tocando su música en la puerta frontal. En dicho concierto comenzó el proceso de presentación social, el cual duró toda la tarde.
En dicho proceso pude percatarme de un fenómeno interesante, sin el temor de ser considerado misógino -cosa que sucede seguido-, los tres burros mencionados (lo de burros es por la mascota de mi universidad) nos dignábamos a saludar de beso sólo a las amigas guapas del ñoñazo (tengo que buscarle otro sobrenombre). Por otra parte, a las amigas menos agraciadas nos limitábamos a saludarlas con un "¿Qué tal?" a un metro de distancia y agitando una o dos veces la mano de forma desinteresada -pero no descarada- a la altura del hombro. Si, lo sé, somo unos idiotas... pero que esperaban: somos hombres y peor aun, ingenieros.
Volviendo al orden de los hechos, esperamos como dos horas a que las compañeras del ñoñazo salieran de clase y comieran para desplazarnos hasta donde pasamos toda la tarde y parte de la noche. Sí, un lugar de esos que siempre evité: un Karaoke.
Si no fuera porque gracias al señor había cervezas (pues la administradora nos dijo que no era algo usual) hubiera sido el momento más aburrido de mi vida...
Fue bastante extraño: un pequeño lugar de 4X8 metros a lo máximo, cerca de 20 personas, un mesero (con facha de metalero y actitud de sólo estoy aquí porque me pagan) y una señora en sus 50s (la administradora), alentándonos a cantar.
Sobra agregar que como eramos "los nuevos" nos obligaron a cantar. Imaginad valiente grupo: el Yased cantando una canción que en mi vida había oído, el amargado de su servidor extraído de su esquina (la cual estratégicamente escogí para no llamar la atención) puesto a cantar una canción de la época de Cesar Costa y el tímido del sirenito cantando casi imperceptiblemente.
Entre chela y canción logré entablar conversación con una futura psicóloga... Grave error, desde entonces me adjudican el que trato de conquistarla.
...
El día de ayer, el grupo mencionado (no teniendo suficiente con la semana pasada) fuimos nuevamente a pasar la tarde por aquellos rumbos. Lo primero de lo que me dijo una de las futuras psicólogas al verme fue: ¿la vez pasada tú y tus amigos se pusieron medio alegres verdad? Me limité a contestar: "sí, así es, yo venía con ganas de tomar un rato", me guardé mis comentarios irónicos de "yo vine con la promesa de alcohol y mujeres, no para que me pusieran a cantar, ¿por qué?, ¿se notaba por la forma en que pedíamos una cerveza tras otra, nuestros múltiples viajes al sanitario o por mi forma tambaleante de caminar cuando salí del lugar?".
Por fortuna, esta vez fuimos a un antro normal y aunque me agradaría decir que salí bien librado, lamentablemente no fue así.
No relataré que sucedió, sólo agregaré que ronda un video por mi escuela donde no tengo mucha ropa... dos mujeres... música... ya tendrán una idea. Si fuera un hombre normal, eso sería un motivo de alarde. En mi caso fue un arma de doble filo, tanto para poder ostentar, como los comentarios de medio posgrado:
Fue y es bastante molesto. En fin, c'est la vie.
Disclaimer: fragmento de I got a date with the night interpretado por los Yeah Yeah Yeahs.
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I got a date with the night
burnin' down my finger
Gonna catch the kids dry
gonna walk on water
Buyin' out the fight
we're sweatin' in the winter
Both thighs squeeze tight
burnin' down my finger
Gonna catch the kids dry
gonna walk on water
Buyin' out the fight
we're sweatin' in the winter
Both thighs squeeze tight
Siguiendo la tradición de visitar universidades -como se ve aquí y aquí-, la semana pasada fui a la FES Iztacala.
A comparación de cuando fui al otro campus de la UNAM (campo 4), esta vez fui en plan estrictamente social (¿un congreso es plan labora?).
Pero ¿cómo llegué a la FES?
Dentro del grupo de trabajo de mi asesor me veo obligado -huy si- a convivir con los estudiantes de otra maestría. Uno de "esos estudiantes", a parte de cursar la maestría, estudia la licenciatura en psicología: vaya ñoñazo -de hecho el comentario hiriente fue provocado por pura envidia, y de la buena-. Aunando al hecho de convivir con el ñoñazo, el viernes pasado fue el último día de "El 5º Congreso Internacional de Ingeniería Electromecánica y de Sistemas", congreso al cual si me vi obligado a acudir -y esta vez lo digo sin ironía-. El congreso en si merece un post, pero no estoy de humor para escribirlo.
Por motivo de la clausura de dicho congreso hubo un brindis de honor, imaginad la escena: eramos diez futuros maestros, un futuro doctor, un futuro ingeniero y su novia (una futura psicóloga, la cual no tiene nada que ver con los acontecimientos relatados a continuación), brindando con vino barato. Claro está que esas cifras son sin contar a los demás asistentes al congreso y curiosos de la Unidad Politécnica para el Desarrollo y la Competitividad Empresarial (lugar donde tuvo lugar el congreso), digo -muletilla odiosa-, si sabes de vino y canapés gratis en tu edificio ¿no irías?, yo iría hasta otra universidad por ello (y ya lo he hecho).
Al final del vino de honor nos quedamos, pues como negarlo, entonadones (mexicanismo que designa los primeros síntomas de la embriaguez). Así que Yased, el Sirenito, el ñoñazo y yo, nos desplazamos al mencionado campus de la UNAM con la promesa de alcohol, y el beneficio de ser introducidos de tajo en un grupo social con una mayoría femenina avasalladora.
Todo aquel que haya hecho un poco de análisis social, se haya mudado a otro país o en el caso de México, se haya mudado a un estado con una sociedad cerrada hacia los extraños (lease Guadalajara o Guanajuato), sabrá que introducirse a un grupo social es bastante difícil. Por lo tanto, oportunidades como esta no se presentan muy seguido (ese es tema de un post para la pseudosociología barata que tampoco tengo ganas de escribir).
Mi primera impresión de la FES Iztacala es casi las misma que hacia cualquier otro campus de la UNAM al cual he tenido el privilegio de asistir: rejas amarillas despintadas. No sé si se deba al amor institucional, pero yo siempre he visto las rejas de Zacatenco (donde se encuentra la dirección general del IPN) bien pintadas en su monótono y exasperante guinda.
Mi segunda impresión fueron los Beatles: había un grupo de aficionados tocando su música en la puerta frontal. En dicho concierto comenzó el proceso de presentación social, el cual duró toda la tarde.
En dicho proceso pude percatarme de un fenómeno interesante, sin el temor de ser considerado misógino -cosa que sucede seguido-, los tres burros mencionados (lo de burros es por la mascota de mi universidad) nos dignábamos a saludar de beso sólo a las amigas guapas del ñoñazo (tengo que buscarle otro sobrenombre). Por otra parte, a las amigas menos agraciadas nos limitábamos a saludarlas con un "¿Qué tal?" a un metro de distancia y agitando una o dos veces la mano de forma desinteresada -pero no descarada- a la altura del hombro. Si, lo sé, somo unos idiotas... pero que esperaban: somos hombres y peor aun, ingenieros.
Volviendo al orden de los hechos, esperamos como dos horas a que las compañeras del ñoñazo salieran de clase y comieran para desplazarnos hasta donde pasamos toda la tarde y parte de la noche. Sí, un lugar de esos que siempre evité: un Karaoke.
Si no fuera porque gracias al señor había cervezas (pues la administradora nos dijo que no era algo usual) hubiera sido el momento más aburrido de mi vida...
Fue bastante extraño: un pequeño lugar de 4X8 metros a lo máximo, cerca de 20 personas, un mesero (con facha de metalero y actitud de sólo estoy aquí porque me pagan) y una señora en sus 50s (la administradora), alentándonos a cantar.
Sobra agregar que como eramos "los nuevos" nos obligaron a cantar. Imaginad valiente grupo: el Yased cantando una canción que en mi vida había oído, el amargado de su servidor extraído de su esquina (la cual estratégicamente escogí para no llamar la atención) puesto a cantar una canción de la época de Cesar Costa y el tímido del sirenito cantando casi imperceptiblemente.
Entre chela y canción logré entablar conversación con una futura psicóloga... Grave error, desde entonces me adjudican el que trato de conquistarla.
...
El día de ayer, el grupo mencionado (no teniendo suficiente con la semana pasada) fuimos nuevamente a pasar la tarde por aquellos rumbos. Lo primero de lo que me dijo una de las futuras psicólogas al verme fue: ¿la vez pasada tú y tus amigos se pusieron medio alegres verdad? Me limité a contestar: "sí, así es, yo venía con ganas de tomar un rato", me guardé mis comentarios irónicos de "yo vine con la promesa de alcohol y mujeres, no para que me pusieran a cantar, ¿por qué?, ¿se notaba por la forma en que pedíamos una cerveza tras otra, nuestros múltiples viajes al sanitario o por mi forma tambaleante de caminar cuando salí del lugar?".
Por fortuna, esta vez fuimos a un antro normal y aunque me agradaría decir que salí bien librado, lamentablemente no fue así.
No relataré que sucedió, sólo agregaré que ronda un video por mi escuela donde no tengo mucha ropa... dos mujeres... música... ya tendrán una idea. Si fuera un hombre normal, eso sería un motivo de alarde. En mi caso fue un arma de doble filo, tanto para poder ostentar, como los comentarios de medio posgrado:
Que calladito te lo tenías...
...esas mañas no te las conocía.
Fue y es bastante molesto. En fin, c'est la vie.
Disclaimer: fragmento de I got a date with the night interpretado por los Yeah Yeah Yeahs.
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