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No, no es un cuento de Juan Rulfo, es la pregunta de hoy.
Todos aquellos que me conocen más allá del escudo protector que suelo desplegar al mundo, saben que soy una persona que da gran importancia a sus percepciones olfativas y auditivas. También saben que amo y odio a los gatos porque son muy parecidos a mí: solitarios, astutos, territoriales y desconfiados; pero los perros son otra historia... y a lo largo de mi vida, siempre he tenido a alguno acompañándome. Cuando de niño mis padres me preguntaban: ¿quieres un hermanito?, yo respondía: "no mejor un perrito" y afortunadamente siempre me han cumplido ese deseo.
Creo que nadie que haya leído el cuento de J.R. podrá negar que es bastante impactante: en medio de la noche más solitaria de sus vidas, un padre va cargando a su hijo enfermo hasta el doctor más cercano. Con un lenguaje sencillo y una trama extraña, "¿No oyes ladrar a los perros?" es un ejemplo que describe a la perfección los cuentos de J.R.; una historia que describe la dura realidad en el campo mexicano en los tiempos revolucionarios y un final amargo y a veces no muy bien definido, que invita a la imaginación del lector a hacer lo que quiera con la vida futura de los personajes (sino lean o vean El Gallo de Oro, para saber a que me refiero).
Desde que fui obligado a leer "El llano en llamas" en la secundaria, el ladrido de los perros a mitad de la noche quedó ligado al concepto de la muerte. En la calle en la que vivo hay muchos perros y como todos los perros, tiene la costumbre de ladrar a mitad de la noche por ninguna razón aparente para la percepción humana.
No niego que envidio de los gatos su agilidad y de los perros su oído y olfato. Cuando oigo ladrar a los perros me pregunto: ¿qué demonios están percibiendo que los hace ladrar cuando todo es aparentemente tranquilo? ¿Oyen el ronquido de sus amos, mientras duermen tranquílamente en sus cálidas camas y ladran de envidia por tener que dormir en los fríos patios? ¿Oyen a las ratas fornicar en las alcantarillas? ¿Ó es que acaso oyen a Ignacio y a su padre acercarse lentamente como fantasmas?
Todo parece que estoy condenado por el resto de mis días, mientras un perro ladre a mitad de la noche, nunca podré dormir en paz...
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No, no es un cuento de Juan Rulfo, es la pregunta de hoy.
Todos aquellos que me conocen más allá del escudo protector que suelo desplegar al mundo, saben que soy una persona que da gran importancia a sus percepciones olfativas y auditivas. También saben que amo y odio a los gatos porque son muy parecidos a mí: solitarios, astutos, territoriales y desconfiados; pero los perros son otra historia... y a lo largo de mi vida, siempre he tenido a alguno acompañándome. Cuando de niño mis padres me preguntaban: ¿quieres un hermanito?, yo respondía: "no mejor un perrito" y afortunadamente siempre me han cumplido ese deseo.
Creo que nadie que haya leído el cuento de J.R. podrá negar que es bastante impactante: en medio de la noche más solitaria de sus vidas, un padre va cargando a su hijo enfermo hasta el doctor más cercano. Con un lenguaje sencillo y una trama extraña, "¿No oyes ladrar a los perros?" es un ejemplo que describe a la perfección los cuentos de J.R.; una historia que describe la dura realidad en el campo mexicano en los tiempos revolucionarios y un final amargo y a veces no muy bien definido, que invita a la imaginación del lector a hacer lo que quiera con la vida futura de los personajes (sino lean o vean El Gallo de Oro, para saber a que me refiero).
Desde que fui obligado a leer "El llano en llamas" en la secundaria, el ladrido de los perros a mitad de la noche quedó ligado al concepto de la muerte. En la calle en la que vivo hay muchos perros y como todos los perros, tiene la costumbre de ladrar a mitad de la noche por ninguna razón aparente para la percepción humana.
No niego que envidio de los gatos su agilidad y de los perros su oído y olfato. Cuando oigo ladrar a los perros me pregunto: ¿qué demonios están percibiendo que los hace ladrar cuando todo es aparentemente tranquilo? ¿Oyen el ronquido de sus amos, mientras duermen tranquílamente en sus cálidas camas y ladran de envidia por tener que dormir en los fríos patios? ¿Oyen a las ratas fornicar en las alcantarillas? ¿Ó es que acaso oyen a Ignacio y a su padre acercarse lentamente como fantasmas?
Todo parece que estoy condenado por el resto de mis días, mientras un perro ladre a mitad de la noche, nunca podré dormir en paz...
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1 Rumor(es):
Tengo un blog con una campaña de CIUDADES SIN PERROS.
http://perrosdemierda.blogspot.com/
saludos desde Buenos Aires, Argentina
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